Tirso Abantos es un exmilitar solitario y poco afectuoso que regenta una ferretería de barrio. Tras un incidente familiar se ve obligado a encargarse durante un tiempo de su nieta Irene, una joven rebelde que anda con malas compañías.
Tras los sucesos acontecidos en el barrio, la vida de Tirso transcurre feliz: su relación con Gladys va viento en popa, la ferretería es un negocio próspero y su nieta Irene está a punto de dar a luz. Pero la irrupción en el barrio de Maica, su exmujer, supondrá una fuerte sacudida para la familia, que se debatirá entre aceptarla o rechazarla, y para el barrio, ya que Maica, que ha trabajado durante años como cooperante, pretende poner en marcha una fundación para ayudar a los pandilleros a salir de las calles, lo que desencadenará graves problemas con las bandas callejeras. Por su parte, Ezequiel despierta del coma sin recordar nada y se verá abocado a llevar una nueva vida lejos de la policía y de los delincuentes. Pero aunque el pasado le resulte ajeno, no dejará de perseguirle: Nata y sus secuaces lo situarán de nuevo en el punto de mira y el nuevo comisario del barrio, un hombre ambicioso y sin escrúpulos, verá en él un obstáculo para alcanzar sus objetivos.
Tras haber matado a Nata en el tiroteo vivido en el ataque a la fundación, Tirso está destrozado por la culpa. La muerte de la joven no solo le acarreará problemas de conciencia: Tente ha tomado el mando de la banda y está dispuesto a matarlo para vengar la muerte de su prima. Mientras, Nelson y Jimena encuentran a Irene en un charco de sangre y la llevan al hospital. La familia vive con angustia un posible desenlace fatal para Irene y para su bebé, mientras tratan de convencer a Tirso de que huya del barrio antes de que los pandilleros vayan a por él. Pero el ferretero no está dispuesto a abandonar su barrio y a su familia en un momento tan delicado.
Tirso prepara su exilio temporal en Cádiz. Se despide de Gladys, de sus hijos y de sus amigos, aunque no de Irene porque esa despedida es demasiado dolorosa. Sin embargo, algo trunca su viaje: un atentado con cóctel-molotov contra la ferretería en la que resulta herido Santi. Tirso comprende que la amenaza ya no va dirigida solo contra él sino contra todo su entorno. Es inútil huir. La única opción válida es quedarse y acabar con las bandas para siempre. En paralelo, Ezequiel trata de mantener un perfil bajo tras matar a Linares, la mano derecha del comisario Romero. Sin embargo, su superior sabe que él es el asesino y está dispuesto a demostrarlo usando todos los medios a su alcance. Irene y el bebé reciben el alta médica y se instalan en casa. Este dulce momento tiene una banda sonora en forma de llanto ininterrumpido que afecta a todos.
A raíz del enfado de Gladys, Tirso descubre que su familia está patas arriba. Santi se está separando, Irene está deprimida, Jimena cada vez más cerca de Maica... así que decide, esta vez para siempre, que ha llegado el momento de dejar las armas y ocuparse de ellos. Ezequiel encuentra en Pantera la brecha que esperaba para introducir a Dulce y hacerse con el poder en la antigua banda de Nata. Por su parte Irene, deprimida, recibe una sorprendente petición de Nelson que afectará a su futuro juntos.
Tirso comprueba que Maica poco a poco se ha ido adueñando de su familia. Convencido de que todos la ven como una persona maja y detallista, y que eso se valora más que todo lo que él hace por su familia, decide que él también va a ser majo. Pero comprueba que ser majo no es tan sencillo para una persona como él, acostumbrado a decir siempre lo que piensa. Por su parte, Ezequiel descubre que Romero se ha hecho con armas decomisadas para ponerlas en circulación. Con la ayuda de Tirso, se hará con las armas, frustrando los planes del comisario. Nelson recibe el encargo de ocuparse de Tente en la fundación, algo que se le hará complicado.
Los pandilleros recuperan los narcopisos gracias a las armas que les ha proporcionado Ezequiel. Mientras, Tirso comprende que Maica puede ser útil para levantar el ánimo a Santi y tolera que desempeñe un papel en la familia, cosa que despierta los celos de Gladys. Por otro lado, el juicio contra Amanda es inminente e Irene consigue que la compañía de danza le haga una prueba que le permitiría ir de gira.
Tras la declaración de Tirso en el juicio contra Amanda, Jimena decide irse de casa. Por otro lado, Romero propone un pacto a Dulce: le dará el barrio si ella le entrega la cabeza de Ezequiel. Mientras, la tensión se instala entre Irene y Nelson, que no puede perdonar a su chica que no le haga feliz la vida que él le ofrece: esposa y madre. Inesperadamente, Amanda sale en libertad. Retoma su relación con Jimena con una alegría solo enturbiada por los remordimientos de la policía de saber que está en libertad siendo culpable. Gladys recibe un ultimátum de Alicia: no puede seguir usando el piso como si fuera una cocina industrial.
Es el día de la boda de Jimena y Amanda y todo debería ser felicidad y nervios por los preparativos, pero el asesinato de Tente ha dejado a Tirso muy tocado y aún más a Maica, que se replantea su vida y su presencia en Entrevías y decide cerrar la fundación. Irene, mientras tanto, hace la prueba y es elegida para bailar en la compañía, pero la tristeza se apodera de ella al darse cuenta de que se va a París y va a tener que despedirse de su abuelo. Ezequiel, detenido por Amanda, descubre que pesan sobre él cargos por corrupción que le pueden llevar de nuevo a la cárcel, y trata de maniobrar para salir libre y arreglar sus asuntos pendientes con Dulce y con Romero.