La película Atlantis: El imperio perdido me pareció muy chula y divertida, porque tiene de todo: aventura, misterio, acción, humor y romance. Va de un chico que se llama Milo, que es un friki de los idiomas y los mapas, y que quiere encontrar la ciudad perdida de Atlantis, que es como una leyenda. Un día le dan la oportunidad de ir a buscarla con un submarino y un montón de gente rara, y se lía parda. La película tiene muchas escenas guapas, como cuando se enfrentan a un bicho gigante en el mar, o cuando descubren la ciudad de Atlantis, que es una pasada. También tiene sus momentos tiernos, como cuando Milo se enamora de la princesa de Atlantis, que está muy buena y tiene unos ojos que flipas.
Lo que más me gustó fueron los personajes, porque son muy variados y tienen mucha gracia. Milo es el típico pringado que se convierte en héroe, y que tiene un corazón de oro. La princesa Kida es una tía valiente y curiosa, que quiere salvar a su pueblo. Los compañeros de Milo son unos cracks, cada uno con su rollo y su habilidad. Por ejemplo, está el doctor Sweet, que es un negro mazado y simpático; la mecánica Audrey, que es una chica dura y lista; el cocinero Cookie, que es un viejo gruñón y gracioso; el experto en explosivos Vinny, que es un italiano loco y sarcástico; la comunicadora Helga, que es una rubia maciza y mala; el geólogo Mole, que es un francés raro y asqueroso; y la señora Packard, que es una vieja cotilla y fumadora.
Lo que menos me gustó fue la historia, porque me pareció un poco predecible y aburrida. La trama se basa en el típico conflicto entre los buenos y los malos, que quieren robar el tesoro de Atlantis. El villano es un tío sin carisma ni motivación, que solo quiere el dinero. El dilema de Milo entre seguir su sueño o volver a su vida normal es muy tonto y sin sentido. La película no profundiza mucho en el mundo de Atlantis, sino que se centra más en las escenas de acción y los chistes. La película no tiene ningún mensaje profundo ni valor moral, sino que se basa en clichés y estereotipos.