Tirso Abantos es un exmilitar solitario y poco afectuoso que regenta una ferretería de barrio. Tras un incidente familiar se ve obligado a encargarse durante un tiempo de su nieta Irene, una joven rebelde que anda con malas compañías.
Seis meses después que la tragedia golpeara a la familia Abantos, Tirso ha vuelto a convertirse en un hombre huraño que, superado por la terrible pérdida de su nieta, no sale de casa y vive obsesionado con Romero, su verdugo, huido desde entonces.
Tirso está decidido a superar la muerte de Irene y que sus hijos vuelvan a ser felices. Pero los aluniceros reclaman la deuda que Santi tenía con ellos y que no llegaron a cobrar, y amenazan de muerte a Santi. Tirso debe tomar cartas en el asunto para proteger a su hijo. Mientras, Nelson y Jimena se enfrentan al cierre y desalojo de la fundación y están dispuestos a todo con tal de evitarlo. Y Gladys descubre que un misterioso hombre de su pasado ha vuelto a sus vidas y desconfía de sus intenciones.
Tras dos días inconsciente, Tirso se despierta en el hospital y se larga en contra del criterio de los médicos. Ya en casa, se entera de que ha perdido la ferretería. Convencido de que el sistema le ha dado la espalda, decide tomarse la justicia por su mano y toma el local a punta de pistola, haciéndose fuerte en su interior.
Tirso debe cumplir su parte del pacto con Dulce, pero primero debe encontrar esos relojes y después arriesgar su vida para robarlos. Ezequiel y Camila planean tender una trampa a René para desmostrar que es un topo del asesino de pandilleros.
Ahora que Tirso sabe que Romero ha vuelto al barrio y que es el asesino de pandilleros, no cejará en su empeño de encontrarlo y acabar con él. Lo que no espera es que Ezequiel descubra que Tirso estaba allí cuando asesinaron a Quini y su secuaz. El policía sospecha inmediatamente que el ferretero puede ser el asesino de pandilleros y empieza a investigarlo con la ayuda de Camila.
Después de salvarle la vida, Tirso se hace cargo de Dulce y decide esconderla en su ferretería para protegerla de Romero. Allí la descubre Santi, que comienza una inesperada amistad con la pandillera. Pero Ezequiel, convencido de que Tirso es el asesino en serie que están buscando y de que se ha llevado a Dulce por la fuerza, está dispuesto a encontrarla a toda costa. Nelson sale de la cárcel, acude a casa de Jimena y Amanda a buscar a su hijo y les amenaza con impedirles volver a ver al niño. Las mujeres, que se habían acostumbrado a la presencia del pequeño, están dispuestas a cualquier cosa con tal de luchar por su nieto. La convivencia entre las dos familias del pequeño parece romperse sin remedio.
Amanda descubre horrorizada a Ezequiel en medio de un charco de sangre... Sabe que es Tirso quien le ha disparado y ha huido llevándose a Camila como rehén. Se pone en marcha un dispositivo para encontrar a Tirso y detenerlo. Amanda comparte con Jimena, Santi, Pepe y Gladys su certeza de que Tirso es el asesino de pandilleros que están buscando. Algo difícil de asimilar para todos. La llegada de Sanchís con el féretro de su madre solo enreda más la situación: Tirso le había ofrecido su casa para el velatorio y ahora, con toda la gente del pueblo de camino, ya no hay marcha atrás. Mientras, Tirso permanece escondido en un viejo almacén donde tiene retenida a Camila. Lo único que quiere antes de que le detengan o le maten es encontrar a Romero y vengarse de él.
Tirso vuelve a casa después de haber demostrado su inocencia y descubre que toda su familia sabe la verdad sobre su enfermedad. Tratan de convencerle para que pase por quirófano de forma inmediata, pero Tirso se niega. Antes debe acabar con Romero. René y Amanda descubren que la gente que contrató a René es la misma que ha contratado a Romero, y urdirán una trama para detener al excomisario.