Michael Moore vuelve a la carga con un documental que denuncia el sistema sanitario norteamericano; un sistema que, al no existir la sanidad universal, excluye a 50 millones de norteamericanos (que, o bien no tienen seguro de salud privado, o no pueden pagárselo) y que se basa en compañías privadas que buscan principalmente beneficios económicos y en aseguradoras que pagan bonos a los empleados que más rentabilidad les proporcionan al denegar prestaciones y reclamaciones a los asegurados.
Veinticinco cineastas, uno por cada estado de la Unión Europea, realizaron una película sobre sus respectivos países. Todas tenían el mismo presupuesto, debían estar ambientadas en el presente o en un futuro inmediato y durar cinco minutos. No había otras limitaciones, de modo que los autores tenían plena libertad para expresarse. Entre los directores figuran tanto nombres consagrados como voces nuevas dentro del panorama cinematográfico. Cada corto tiene su propia identidad, por lo que es posible establecer comparaciones fascinantes; pero, además, juntos ofrecen una imagen global de la Comunidad Europea a través de la fusión de esas distintas visiones conceptuales y creativas.
El mejor descifrador de códigos de Estados Unidos, junto con un pequeño equipo de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional), comienza a desarrollar un revolucionario programa de vigilancia. El programa es perfecto, excepto por un detalle: es demasiado barato. De ahí que la dirección de la NSA, decida abandonar el programa (justo tres semanas antes del 11-S).
Después del ataque, el descifrador de códigos abandona la agencia. Un amigo toma el mando y se encarga de reavivar el programa a principios de 2002, para una prueba en contraste con la mayor recopilación de información de la NSA, basada en los datos conocidos antes del 11-S. Tan pronto como pone en marcha el programa, los terroristas aparecen al instante en la pantalla del ordenador. La respuesta de la NSA es parar por completo el programa.