Alba, 11 años, pasa sus días en el silencio. Ama pequeños animales. Ha aprendido a enfrentarse con la enfermedad de su madre, ayudándole a usar el cuarto de baño. Alba juega silenciosamente de modo que su madre pueda descansar durante el día. Una noche la madre de Alba empeora y se tiene que tomar al hospital. Sin uno más para tener cuidado de ella, envían a Alba para vivir con su padre, que no ha visto ya que tenía tres años. La vida con su padre es casi insoportable. La vergüenza, su primer beso, visita a la madre en el hospital, los esfuerzos sensibles de Edgar de ponerse cerca de ella, e intimidando en la escuela; éstas son algunas experiencias que pavimentan el viaje de Alba a la pubertad y a la autoaceptación.