**'No mates al abuelo'**
Se antoja un ejercicio superfluo intentar estirar y dar continuidad a un guión que James Cameron ya había cerrado con maestría y gran talento.
En realidad, todas las secuelas o precuelas de esta gran obra maestra de 1984, y después también la de 1992 (ambas dirigidas por el propio Cameron), han servido de muy poco a nivel cinematográfico.
Tal vez para regocijarse en los adelantos técnicos y los efectos especiales de última generación, pero también para mantener vivo el mito Schwarzennegger.
Y es precisamente esto último lo único que me gusta aquí: a un Arnold auto parodiándose (**_**"soy viejo, no obsoleto"**_**) en un intento jocoso por perseverar en la gran pantalla.
Volveré.